COMENTARIOS A ALBERT EINSTEIN DEL CATEDRATICO EN ASTROFISICA ANTONIO APARICIO JUAN 10/03/2023

COMENTARIOS A ALBERT EINSTEIN DEL CATEDRATICO EN ASTROFISICA ANTONIO APARICIO JUAN 10/03/2023

Albert Einstein es, sin lugar a dudas, uno de los físicos más importantes de la historia de la humanidad. Su nombre se convirtió en sinónimo de genio y creo que no me equivoco si digo que es el primero que le viene a la cabeza a la mayoría de las personas a las que se pida que citen un científico. Además de sus contribuciones a la física moderna, Einstein influyó de manera significativa en la filosofía de la ciencia o, más bien, en la filosofía de la naturaleza. Porque, de los grandes físicos de su época, fue uno de los que más tiempo dedicó a abordar cuestiones de tipo conceptual sobre la mecánica cuántica y la relatividad general. Una parte de sus reflexiones se refirieron también a cuestiones sociales y de contenido espiritual y, en la actualidad, pueden encontrarse listados de muchas de ellas, convertidas en auténticos aforismos, que fueron expresadas en distintos momentos y contextos y publicadas por medios diversos. El objetivo de este texto es comentar algunas de las referidas a Dios y la espiritualidad. Para empezar, es necesario señalar que, sin restar un ápice a la admiración por Einstein, que considero completamente justificada, estas reflexiones suyas no eran más que sus opiniones personales y que, muchas de ellas, habían sido ya expresadas con anterioridad y, algunas, desarrolladas de manera minuciosa por filósofos y pensadores. Para tener una referencia de contexto a la vista, hemos seleccionado ocho frases, a las que nos vamos a referir: – – – – – – – No puedo creer entonces en este concepto de un Dios antropomórfico, quien tiene el poder de interferir en las leyes naturales. Creo en el Dios de Spinoza, quien se reveló a sí mismo en la armonía de todo lo que existe. No en el Dios que se esconde tras la fe y acciones de los hombres. Mi religión es la humilde admiración de un espíritu infinitamente superior del que solo podemos percibir pequeños detalles a través de nuestras mentes frágiles y débiles. Tengo una convicción profunda de la presencia de un poder superior racional que es revelado en el universo incomprensible y que es mi idea de Dios. Debemos tener cuidado de no hacer del intelecto nuestro Dios. El ser humano no tiene la capacidad mental para poder enjuiciar un legislador de un universo infinito y complejo. Las leyes básicas del universo son simples, pero nuestros sentidos limitados no pueden captarlas. Hay un patrón en la creación y si hay un diseño, hay un diseñador. No puedo concebir un científico genuino sin una fe profunda en un Dios creador.
– Es en vista de tal armonía en el cosmos, que yo, con mi humilde mente, soy capaz de reconocer [a Dios]. Me sorprende que aun haya gente diciendo que no hay un Dios. Pero lo que en verdad me molesta, es que me citan a mí, para respaldar sus argumentos. El concepto de Dios que expresa Einstein en estas afirmaciones no difiere mucho del llamado “Dios de los filósofos”, que es el concepto de divinidad desarrollado por muchos filósofos a lo largo de la historia y que culminó en el siglo XVIII con lo que se denominó deísmo; es decir, la afirmación de que la razón empírica y la observación del mundo natural son completamente suficientes para determinar la existencia de un Ser Supremo, creador del universo. Al decir completamente suficientes, nos referimos también a que excluyen la necesidad de cualquier otra fuente de información, en particular la revelación sobrenatural transmitida a través de seres humanos elegidos. Probablemente, Hume se deba considerar la figura más destacada de este enfoque, desarrollado en su obra “Ensayo sobre el conocimiento humano”, publicada en 1690. Pero los mismos o similares planteamientos están presentes a lo largo de la historia de la filosofía en la obra de muchos filósofos, entre ellos y, por no extendernos más de lo necesario, Spinoza, al que menciona Einstein, y Descartes, con su duda metódica. Un elemento propio de este enfoque, que se plantea en las reflexiones que hemos seleccionado de Einstein, es el de Dios como arquitecto del mundo: si hay un mundo ordenado, con leyes, debe de haber un legislador, un constructor, un arquitecto al que los seres humanos no tenemos por qué comprender por completo. El concepto es muy interesante y de él se deriva, en parte, la actual corriente del diseño inteligente. Pero está también presente en la filosofía clásica y es una manera de expresar una de las vías de Tomás de Aquino. Es también propio de movimientos como la masonería, a la que estaban adscritos muchos de los intelectuales de los siglos XVIII y XIX. Más allá (o más acá) de estas reflexiones de contenido filosófico y teológico hay, en las frases seleccionadas una crítica de Einstein a otra idea de tipo más social, que creo que es importante destacar: la de que todo científico o, al menos, todo físico que se precie debe ser ateo. Dicho de otra manera, la de que la Física (o la ciencia en general) “demuestra” que Dios no existe o, al menos, que no es necesario, porque ya se encarga ella, la Física, de explicarlo todo: de dónde viene el universo, cómo se formó, cuáles son sus leyes, cómo evoluciona, cuál será su fin. El destacado y recientemente fallecido Stephen Hawkins era un conocido exponente de esta posición. Pero, con independencia de si son muchos o pocos los físicos que hoy en día piensan de esta manera, lo que dice Einstein es que es justo eso, la capacidad de la Física para explicar cosas que antes resultaban muy sorprendentes, lo que le lleva a él a manifestar su creencia en Dios. Dice más: le molesta que usen sus resultados como respaldo de la supuesta prueba de la no existencia de Dios. Humildemente quisiera decir que mi posición coincide, en gran medida con la de Einstein. Entiendo que lo que Einstein quiere decir o tiene en mente se puede trasladar a la siguiente lista de elementos:

Las leyes de la Física, lo que hacen es describir el mundo, pero no explicarlo. Por ejemplo, cuando decimos que tenemos un mecanismo, aún a falta de perfeccionar, para justificar que el universo pueda surgir de una realidad preexistente, a la que denominamos vacío cuántico, no estamos explicando la creación del universo, la materia y los campos. Estamos diciendo solamente que, si existe esa realidad previa, lo demás puede surgir sin intervención divina, ni nada por el estilo. Pero es que la realidad previa, el vacío cuántico, no es la nada, por un hecho fundamental: contiene leyes de la naturaleza. – – – – La existencia o inexistencia de Dios no es demostrable mediante leyes de la Física o de la ciencia, en general. Desde mi punto de vista, esta afirmación es necesariamente cierta, porque, si se demostrara, lo que se estaría demostrando no sería Dios, sino otra ley de la Física. Es decir, Dios no es una ley de la Física. Quienes lo creen así, pueden efectivamente, demostrar que esa ley existe o no, lo mismo que pueden hacerlo con cualquier otra. Pero es que entonces no se estaría hablando de Dios. En este contexto, el ateísmo, lo mismo que la creencia en Dios, es una opción personal. Puede estar en el ámbito de la intuición. La contemplación del orden de la naturaleza (que responde a lo que llamamos leyes) nos puede llevar a afirmar la creencia en Dios o nos puede llevar a negarla. Pero no a demostrarla. El concepto de Dios, como salvaguarda de lo que los humanos no entendemos, que se ha utilizado y se sigue utilizando extensamente, es completamente respetable. Pero, siempre desde lo que parece que expresa Einstein y que yo, modestamente, comparto, tiene un inconveniente: es muy vulnerable ante los avances de la ciencia. En mi opinión, por eso parece que la Física niega a Dios y que los Físicos deben ser ateos. Pero Dios no tiene por qué ser eso. En esencia, Dios es Dios y su objetivo no necesariamente es rescatar a los seres humanos de su ignorancia. No es lo que los seres humanos quieren que sea o lo que interpretan que deba ser. Es lo que es. Con leyes de la Física o sin ellas. Por lo tanto, el enfoque de un físico, como expresa Einstein, bien puede ser exactamente el contrario: la compresión, más o menos desarrollada, más o menos certera, del orden del mundo, de las leyes de la naturaleza pueden ser una invitación, una motivación para la creencia intuitiva en Dios, lo que se relaciona estrechamente con el conocimiento de tercera especie expresado por Spinoza. En definitiva, Einstein nos ofrece con estas reflexiones una invitación para plantearnos cuestiones de amplio contenido, que incluyen tanto la realidad material de la naturaleza y las cosas como los aspectos espirituales y las relaciones entre los dos ámbitos. En pocos casos Einstein es el creador original de estas ideas. Pero sí representa una fuente inspiradora para la propia reflexión y una prueba de primer nivel de que la espiritualidad no es incompatible con la ciencia y de que, más bien, la comprensión científica de la naturaleza puede animar a la espiritualidad.

 

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